Pero el resto de la ginebra ingerida, querida, la podrías haber meado antes de vomitarla en mi coche.
El tanguita rojo al lado de la lamparita de pié con forma de jirafa comprada en el rastro, empapado. Y ojalá fuese de la excitación que parecía despertarte. No. Pensé que habías sacado todo el liquido en el asiento rasero de mi coche. Aun tuviste algo de efluvios corporales para marcar territorio en mitad de mi salón.
Y ahora mírate. Roncando como un minero con asma en mi cama. Y yo con los condones sin abrir en la mesita de Ikea.
Joder, como te quiero.
