Me he perdido durante Casi 8 meses en una circular ingesta de todo tipo de miedos, inseguridades, disgustos, alegrías (pocas), mujeres (demasiadas) alcohol, drogas y sequía de gritos.
Se que prometí gritar, o al menos prometí intentarlo. Y los únicos gritos que he podido sacar de mis entrañas han sido los que se acompañaban de arcadas y nauseas en los aseos de varios bares, en los que la luz del día nunca era bienvenida por la cofradía de putas, yonkis y borrachos asiduos a aquellos infiernos.
Pero hace un par de tardes, me desperté y creí ver una imagen sacada de un libro de Bukowsky o de muchas de esas películas que he visto.
Me desperté desnudo, tirado en la alfombra del salón, con un vaso de tubo cerca de la mano y una vomitona a dos pasos de mi. Los ceniceros estaban rebosantes de colillas, alrededor de media docena de vasos sobre la mesa, la televisión encendida con el sonido quitado y tres botellas de DYC que hacían las veces de cojines sobre el sofá. Dantesco. Lo peor fue cuando al intentar llegar a la ducha me encontré a una rubia (teñida) tirada sobre mi colcha, completamente desnuda. A un lado de la cama, bajo la ventana, encontré dos preservativos, llenos de un semen que espero no fuera el mío. Pero el dolor de cabeza y las nauseas eran lo suficientemente irritantes como para pararme en ese momento a averiguar quien era esa mujer y que hacia allí, así que preferí ir a la ducha y prepararme un baño.
El catálogo de sorpresas continuaba allí, un billete enrollado, resto de coca, mas botellas y mas vasos y por su puesto vomitonas en el water y alrededores.
Lo curioso es que tras media hora sumergido en el baño, casi dormitando, me saco de mis ensoñaciones de resaca un portazo. Salí del baño, aun desnudo y empapado para descubrir que la rubia se había ido. Los preservativos seguían allí, las botellas y los vasos también, de hecho todo seguía tal y como lo dejé antes de meterme en el baño. Me sorprendió que dadas las personas a las que últimamente era asiduo no faltase nada en la casa. Pero lo que mas me sorprendió fue lo que encontré encima de la mesilla junto a la cama.
Eran cuatro billetes de 50 euros doblados uno dentro del otro sobre una nota de papel.
Os prometo que yo la noche la empecé hablando entre cubatas con el camarero de un bar… por el que no se si me convendría pasarme de nuevo a preguntar que pasó. Del resto solo me queda esta nota.
“Te llamaré para mi próxima despedida si me vuelvo a casar... o tal vez antes.”